domingo, 7 de noviembre de 2021

Primer día de clases

Era finales de los años 70's, ya mis padres habían adquirido la casa que siempre soñaron. Toda la zona alrededor de la nueva urbanización estaba en construcción. Ya habíamos disfrutado del verano, yendo en familia a disfrutar las playas de la Costa verde en nuestro carro al que llamábamos del "carrito verde". Las clases en el colegio comenzarían a la semana siguiente, ya mis padres nos habían matriculado. Seguiríamos estudiando en el Colegio San José de Monterrico, por esa época íbamos solo los tres hijos mayores, mis hermanos Toño, Coqui y yo, ya mi hermano Miguel, todavía pequeño, estaba matriculado en un nido cerca de casa y mi hermana Erika que todavía estaba empezando a saber a caminar.

Mi madre era la encargada de preparar y ordenar nuestros útiles escolares, la mesa principal de la sala servía de apoyo para forrar los cuadernos y libros con el protector Vinifan, con sus respectivas etiquetas en donde colocarían nuestros nombres. Mis hermanos y yo también participábamos ayudando a pegar y forrar. Cada uno tenía su maletín en donde colocarían sus cuadernos, libros y lápices. Como el horario de estudio era desde la 8 de la mañana hasta la 1 de la tarde. También llevaríamos nuestras respectivas loncheras. Se sentía el olor de "todo nuevo". Mis padres nos compraron nuestras loncheras de marca Aladdin con sus respectivos componentes, el vaso plástico con su tapa para llevar algún jugo de fruta y el tapper para llevar un sandwich.

El día domingo había que dejar todo listo, nuestro primer día de clases iba a ser al día siguiente. Con los uniformes nuevos, camisa blanca, pantalón y chompa de color plomo y la insignia del colegio en el pecho íbamos a tomar el desayuno, mi padre, como de costumbre nos llevaría al colegio y regresaríamos de microbús. Ya no teníamos movilidad contratada que nos llevara y trajera de vuelta a casa.

El primer día de clases en el colegio transcurrió sin problemas, íbamos a conocer a nuevos compañeros y profesores, así como, de los cursos a estudiar todos los días, y de otras directrices que la dirección del colegio iba informando por los parlantes. El toque de refrigerio era a las 11 de la mañana. Podíamos "estrenar" con la mayor satisfacción nuestras nuevas loncheras. Mi madre nos había preparado quaker en vez de jugo con su respectivo pan con camote y una manzana. Lo consumimos y saboreamos sin problemas. Yo como era el más pequeño de mis hermanos, tendría que esperarlos al toque de timbre de salida y de esa manera acompañarnos para volver a casa.
El paradero del micro omnibus de la línea "Chacarilla" pasaba a dos cuadras del colegio. Mi hermano mayor, Toño, era quien tenía siempre el dinero para pagar los pasajes. Tendríamos que bajar en el paradero que nos dejara cerca para luego caminar hasta llegar en casa con los pesados maletines y las loncheras vacías. Ese día mis hermanos decidieron bajarse a la altura del actual Hospital del cáncer, el cual por aquella época estaba en construcción, así como el coliseo Dibós. La actual avenida Aviación llegaba hasta cierto punto y la urbanización La Calera estaba en plena construccion. El trayecto a casa nos llevaría aproximadamente 30 minutos, cortando camino pasábamos por pistas de tierra o de futuros parques, yo era comparsa de mis hermanos mayores. Ellos siempre jugando con cualquier cosa que encontraban en la calle, estando en la avenida principal podíamos decir que ya estábamos en casa, ya que atravesando el pasaje podíamos llegar a la plazuela cerca de casa.
Es en ese momento, no sé si por cansancio o travesura, Toño de forma sorpresiva da una patada sobre la lonchera de Coqui haciéndole un hueco, y este de forma rápida se volteó y levantó su pierna zurda que dejó atónito y con la boca abierta a Toño porque reventó en pleno la lonchera y solo lo dejó sosteniendo la manija, todo estaba esparcido sobre el jardín de la familia Del Aguila. Yo desde atrás observaba con asombro lo sucedido. Las loncheras que por la mañana estaban nuevas e intactas, no existían más. Yo era el único que regresé con el maletín y la lonchera como me habían enviado al colegio. Al entrar en casa y saludar a nuestra madre mis hermanos siguieron discutiendo del bochornoso hecho. Ya mi madre nos tendría preparada su venganza al día siguiente.
En efecto, Doña Emma, mi madre de carácter fuerte, no se hacía problemas. Sabía lidiar con ese tipo de situaciones. En vez del vaso de plástico Aladdin nos colocó el quaker en una botella verde de la gaseosa "Bimbo" con corcho y una bolsa en vez de tapper el pan con huevo o con camote según el día. Mis hermanos se rehusaron en llevar ese tipo de "lonchera" para no pasar vergüenza en el colegio. Por aquella travesura del primer día de clase de mis dos hermanos mayores pagué el pato, solo yo ,fui el único en aceptar y llevar mi botella "Bimbo" con corcho y mi pan con camote junto con mis libros y cuadernos, solo quedó mi lonchera Aladdin como mudo testigo escondida en algún rincón de la casa para nunca más aparecer.

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