miércoles, 27 de octubre de 2021

Un jugo muy especial


Los fines de semana, casi siempre la familia estaba reunida. El día domingo de cada quincena, mis padres realizaban lo que nosotros llamábamos de "hacer el mercado", las compras eran de todos los alimentos que se necesitaban en casa. No hacía falta que mis padres nos pidieran para acompañarlos, quien quería ya estaba sentado en el carro para ayudarlos, ya que posteriormente recibiríamos una jugosa recompensa. El recorrido era corto, el mercado número 2 de Surquillo era el escogido. El bullicio característico de todo mercado con los vendedores ofreciendo a voz de cuello sus productos, gente recorriendo por los pasadizos de los puestos con sus canastas para llevar las compras del día. Mi madre era la encargada de hacer las compras, con un listado en manos, se ubicaba en unos de sus puestos favoritos..."buenos días cacerita..." Le saludaba la vendedora y mi madre comenzaba a dictar los productos que iba a comprar. Mientras ella estaba ocupada con esas compras, mi padre nos llevaba a los puestos de jugos. Se podía sentir los aromas de las frutas, de la miel y del sonido estruendoso del motor de la licuadora. Nos sentábamos en unos banquitos de madera alrededor del mostrador. La pizarra con los nombres de los jugos y sus precios estaba ubicada en un lugar estratégico y el encargado, a quien llamábamos de "Juguero", estaba listo para recibir la orden y prepararnos lo que le indicábamos, en efecto, mi padre pedía para nosotros un jugo que se llamaba "El especial". El "juguero" ya tenía previamente cortadas las frutas en un pequeño vaso con tiras de zanahoria y beterraga. De forma magistral colocaba en el vaso de la licuadora cada componente, agregaba el agua de piña que estaba en un recipiente, un toque de azúcar y un chorro de leche. Nosotros mirábamos con ansias que terminase y saborear el jugo. Para finalizar, mientras licuaba agregaba un huevo crudo y un toque de algarrobina. Colocaba unos vasos de vidrio de gran tamaño en fila india enfrente de nuestras narices y con maestría vertía el jugo a través de un colador. Bebíamos el jugo y la mistura de las frutas provocaba una sensación indescriptible en nuestro paladar, era nuestro primer "desayuno", mi padre también hacia parte de ese ritual semanal que con satisfacción ofrecía a sus hijos. Para recrear esa etapa de mi niñez, de vez en cuando me preparo ese tipo de jugo, con solo saborear me transporta de forma mágica para aquella mañana en el mercado de Surquillo.